Dentro de su aparente complejidad, una planta medicinal es un ejemplo de sencillez y perfección, con su estructura pugnando por llegar un poco más alto y sus raÃces empeñadas en afianzarse cada vez más en la tierra. Organismo vivo, bello casi siempre, y capaz de proporcionar al ser humano y a los animales alimento y curación al mismo tiempo, ha sabido adaptarse en el tiempo y a cualquier lugar, en cualquier circunstancia. Las plantas medicinales deben consumirse tal y como la naturaleza las presenta, pues aunque su principio vital parece sumamente sencillo, con la fotosÃntesis que transforma el dióxido de carbono y el agua en azúcares, por medio de la energÃa solar, los procesos metabólicos que se crean posteriormente hacen difÃcil cualquier valoración sobre cuál es ese principio activo real. ¿Son los flavonoides o las vitaminas? ¿Los taninos o los aceites esenciales? ¿Quizá el secreto está en esas enzimas que se crean o modifican cuando las calentamos o entran a formar parte de nuestro sistema digestivo? Y si la respuesta es quimérica ¿cómo es posible que todavÃa haya cientÃficos que insistan en extraer de las plantas medicinales su esencia? También hay otro elemento aún más sugestivo, y es el referente a la información que porta y transmite la planta medicinal, una información producto de miles de años de evolución. Esta información es integrada al individuo que la ingiere, sumándose a la ya existente, lo que aumenta la eficacia del ADN celular. Se establece entonces una sincronÃa entre los diferentes elementos, una unión y perfección en la energÃa cuántica, lo que conlleva a la armonÃa y corrige la distorsión hasta ahora existente. ¿Se puede lograr este efecto con un producto quÃmico carente en su totalidad de vibración cuántica? Ese producto hace tiempo que dejó de ser orgánico, vivo, y por tanto el ADN celular no lo reconoce, no sabe qué hacer con él.Ello no excluye que no tenga efectos terapéuticos, pero a la larga creará una distorsión orgánica nueva. Hasta ahora se han aislado en el interior de las plantas medicinales más de 12.000 principios orgánicos, y gracias a ellos los seres humanos (también los animales y las especies insectÃvoras), han empleado y emplean las plantas medicinales en su estado natural desde hace 5.000 años, y eso de una manera racional, puesto que con anterioridad fueron empleadas con más o menos acierto de forma intuitiva. Sin embargo, cuando los quÃmicos empezaron a propagar que tanta tradición milenaria no tenÃa “base cientÃficaâ€, miles de personas olvidaron toda la información sabiamente recopilada durante siglos, y pasaron a ser consumidores de los medicamentos. La llegada espectacular de los antibióticos, las hormonas sintéticas y los analgésicos, contribuyeron en gran medida a estos hechos y pronto ni un solo médico se atrevió a volver a utilizar con sus pacientes ninguna planta medicinal en su estado natural. Y es que no proporcionaba ninguna categorÃa, ni social ni cientÃfica, tratar de curar a los enfermos empleando productos que se podÃan coger en cualquier huerta o comprar en un modesto herbolario. Es más, los mismos enfermos reclamaban el medicamento más caro del mercado, en la creencia de que tras el precio estaba su eficacia. Con el paso del tiempo y en la medida en que los medios de información se hicieron gratuitos y de fácil acceso, las personas volvieron a reconsiderar el uso de las plantas medicinales y reclamaron su uso libre para curar sus enfermedades. Ahora las plantas medicinales están también en las farmacias, al igual que en los herbolarios. No están todas las que quisiéramos, ya que algunas las han llevado a las farmacias alegando que son peligrosas (y de gran venta, seamos sinceros), pero todavÃa hay tanta variedad disponible que con el consejo acertado de un experto seguro que logramos curarnos de nuestros males con alguna de ellas. En resumen, sea usted sabio y utilice los productos de la naturaleza.