ESTE breve libro, en donde la alegrÃa y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero, estaba escrito para... ¡qué sé yo para quién!... para quien escribimos los poetas lÃricos... Ahora que va á los niños, no le quito ni le pongo una coma. ¡Qué bien! «Dondequiera que haya niños—dice Nóvalis—, existe una edad de oro.» Pues por esa edad de oro, que es como una isla espiritual caÃda del cielo, anda el corazón del poeta, y se encuentra allà tan á su gusto, que su mejor deseo serÃa no tener que abandonarla nunca. ¡Isla de gracia, de frescura y de dicha, edad de oro de los niños; siempre te halle yo en mi vida, mar de duelo; y que tu brisa me dé su lira, alta y, á veces, sin sentido, igual que el trino de la alondra en el sol blanco del amanecer! Es un placer de publicar este nuevo, de alta calidad y asequible edición de este libro intemporal.